humor vítreo
Realicé este afiche promocional para la ocasión de mi cumpleaños, con la premisa de intercambiar preciosos mechones de cabello por dibujos originales, membretados y firmados por ambas partes.
Recibí una sobrecogedora cantidad de respuestas por parte de familia, amigxs, conocidxs y completxs extrañxs. Muchos de ellxs se sentían atraídxs por la tentadora oferta de recibir una obra a cambio de algo que consideraban desechable, pero muchxs otrxs tenían enormes ganas de dar sus excrecencias incluso gratuitamente. Citando a un donante anónimo, que no conocía antes de la convocatoria “Siempre soñé con convertir mi pelo en arte”.
Me encontré entonces asistiendo a cualquier evento, de índole personal o laboral, con un arsenal de dibujos y tijera. Aún cuando no los llevaba conmgo, la gente insistía en agarrar cualquier tijera de cocina o cuchillo para concretar la entrega de la fibra.
Habiendo recolectado más de 70 mechones, decidí negarme a cualquier intercambio, aunque seguí recibiendo paquetes cabello por debajo de la puerta del taller durante meses después de concluido el proyecto. Procedí a separar el cabello en tres grupos: morochas, rubias (sólo una de ellas era natural) y fantasía.
Dividí el cabello de los grupos “morochas” y “rubias” en 16 mechones de medio milímetro cada uno, y luego cada uno de esos 32 mechones en 48 mechoncitos finísimos de entre 10 y 15 hebras de cabello cada uno.
Rastreando la tradición detrás de unos objetos realizados con cabello humano por mujeres de la familia del intelectual José María Gutiérrez en 1856 que se encuentran en el Museo Histórico Nacional, encontré una revista “femenina” de origen estadounidense, datada de 1851, en la que se encontraban las instrucciones para confeccionar tales objetos. Usando una colchoneta enrollada y un pote de kilo de helado, confeccioné una mesa tipo “Kedjeställning”, preparé los moldes y comencé el tejido.
Las 32 piezas resultantes constituyen un juego de ajedrez que fue expuesto por un mes en Media Galería, en el barrio de San Cristóbal, donde se realizan frecuentes competencias de jubilados en galerías, cafés y estacionamientos. Algunos visitantes simplemente se acercaban para contemplar las piezas, pero muchos otros se quedaban a jugar durante horas.
La mesa de ajedrez está realizada con excedentes de una obra en construcción, materiales encontrados en la calle y un nido de camoatí, avispa chiquita que vive en la provincia de Buenos Aires y otros lugares. A veces hacen sus nidos tan pesados que las ramas de las que cuelgan se quiebran y caen al piso, por lo que proceden a abandonar el nido y construir otro.